La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

30 de septiembre de 2008

Un manifiesto del Frente Popular de Guadalajara

Bando del Gobernador Civil, Guadalajara, 28 de julio de 1936 (Archivo La Alcarria Obrera)

En mayo de 1937, con la excusa de unos oscuros incidentes en Barcelona, el Partido Comunista de España impuso en nuestro país en guerra la última línea política de la Internacional Comunista y de Iosif Stalin: comenzaron las purgas de anarquistas y trotskistas, que tan abnegadamente como el que más combatían al fascismo en el frente y la retaguardia. El POUM, un partido de la izquierda comunista, fue puesto fuera de la ley y sus militantes perseguidos y asesinados. La CNT, que había sido y era entonces la primera organización sindical del país, fue atacada, desvirtuadas sus colectividades, desmanteladas sus unidades militares y puesto bajo sospecha el conjunto del movimiento libertario. Mientras el PCE hablaba de unidad, se rompía el esfuerzo común antifascista, mientras hablaba de independencia se sometía a las directrices de Moscú, mientras hablaba de ganar la guerra sacaba beneficio político de la interesada ayuda soviética. Socialistas y republicanos, callando, otorgaban; su silencio cómplice les cubría de infamia.

Un manifiesto de Frente Popular
Al pueblo de Guadalajara y su provincia
Camaradas: Al constituirse el nuevo Gobierno, con representación de todos los Partidos Antifascistas, las organizaciones firmantes saludan en él al Gobierno que ha de llevar al pueblo español a la victoria definitiva sobre el fascismo nacional e internacional.
Después de diez meses de guerra, la fortaleza antifascista de las masas populares españolas ha quedado evidenciada con la solución de esta crisis. Hemos resistido, sin quebranto para nuestra fuerza, tanto en los frentes como en la retaguardia, provocaciones armadas de los trotskistas, incontrolables y agentes del fascismo internacional, que pudieron poner en peligro el triunfo de nuestras armas, derrumbando con su traición todo el esfuerzo heroico del pueblo. Hemos soportado y solucionado en beneficio de la situación, una crisis profunda. Hemos contenido una potente invasión criminal del capitalismo fascista. Todo ello demuestra que el vigor popular, lejos de amenguarse con las calamidades y los horrores de la guerra, se robustece cada día que transcurre, afirmándose cada vez más en el deseo de vencer. Y esta potencia popular del pueblo español, ratifica el criterio indomable que desde el primer día sostenemos: El pueblo español, curtido históricamente en todos los sacrificios, insobornable en su independencia y en la defensa de sus libertades, triunfará sobre sus enemigos de dentro y de fuera.
El triunfo ha de ser nuestro definitivamente. Pero para asegurarle, para aproximarle a nuestro deseo, acortando esta guerra brutal, en la que tantas vidas nuestras han sucumbido, cubriendo de gloria nuestra causa, se precisan una serie de medidas que marquen reciamente una auténtica política de guerra en lo que se refiere al Glorioso Ejército popular y sus operaciones y en lo que se refiere a la retaguardia, Industrias de guerra, Mando único en todo el país, depuración de los mandos militares y elevación de los jefes del pueblo brotados de sus mismas entrañas; sometimiento de los incontrolables; depuración efectiva, real, de las organizaciones, limpiándolas gubernativamente de cuantos elementos fueron hasta ayer enemigos de la República y hoy son Presidentes de Consejos municipales u ocupan otros cargos de responsabilidad a los que no tienen ningún derecho; respeto a la pequeña propiedad industrial, mercantil y agraria; en fin, cuantas disposiciones aseguren realmente una política de guerra, capaz de conducimos rápidamente al triunfo, venciendo cuantos obstáculos criminales intenten impedir el deseo legítimo del pueblo.
A esto viene el nuevo Gobierno, genuino representante de los partidos antifascistas. A dirigir el triunfo de nuestras armas por el camino de la Revolución popular democrática, trazando una política segura y firme, sin debilidades de ninguna clase, que nos lleve pronto a tal fin.
Por estar convencidos de ello las organizaciones firmantes, le prometemos nuestro calor, nuestro apoyo, nuestra leal adhesión por lo que representa y por lo que supone, y esperamos de todas las organizaciones políticas y sindicales y ciudadanos en general, idéntica conducta para con el Gobierno del Frente Popular, el Nuevo Gobierno de la victoria, que al comprometerse a no vacilar para vencer a los asesinos del pueblo trabajador y laborioso, nos ilumine el día cercano de nuestra España culta, próspera y feliz. Invitamos a todos los organismos, a todos los antifascistas, a que envíen su adhesión al Nuevo Gobierno, como demostración de que todo el pueblo antifascista está dispuesto a colaborar con él en la obra definitiva de aplastar al bárbaro fascismo invasor.
¡Viva el Glorioso Ejército del Pueblo!
¡Viva el Frente Popular!
¡Viva el Nuevo Gobierno de la Victoria!
Comité Provincial de Guadalajara del Partido Comunista (S. E. de la I. C.)
Federación Local de Sociedades Obreras (U. G. T.)
Agrupación Socialista
Izquierda Republicana
Juventudes Socialistas Unificadas

28 de septiembre de 2008

Comisiones Campesinas de Aragón

El campesinado del interior de la península, Aragón y Castilla, siempre fue considerado el más acabado representante de la España conservadora y el más fiel granero de votos de la derecha. Dueños de sus propias tierras, apegados a sus tradiciones y sometidos a la influencia de la Iglesia, los agricultores y ganaderos de la Meseta y del Valle del Ebro fueron para el franquismo uno de los sectores sociales más firmes en sus lealtades y más pacientes en sus quejas. Pero, aunque fuese muy poco a poco, el clima de protestas generalizadas y la crisis de un régimen que llegaba a su final, fueron resquebrajando esa imagen idílica: los campesinos castellanos, aragoneses y riojanos también se pusieron en pie frente al franquismo; fueron los años de la "guerra del pimiento", de la "guerra del maíz"... Insertamos el primer manifiesto de las Comisiones Campesinas de Aragón, hecho público en el mes de julio de 1975.

A todos los campesinos, trabajadores, a la juventud de los pueblos:
Las injusticias que tenemos que soportar diariamente del actual régimen fascista son cada vez mayores. La política agraria del Gobierno, las malas condiciones de vida de nuestros pueblos, la falta de asistencia sanitaria y el olvido de tantas necesidades nuestras han llevado a la emigración y al progresivo arruinamiento del campesino.
Durante muchos años, esta situación ha conducido a que cada vez fuera mayor el número de gente que abandona el campo, emigrando a la ciudad en busca de mejores condiciones de vida y de trabajo.
Mientras esta es la suerte del pueblo trabajador, los grandes terratenientes tienen la mayor parte de sus tierras sin cultivar y viven a costa de las rentas y trabajo de los demás. Al lado de éstos, muchos de nosotros no tenemos tierra suficiente para poder vivir de ella.
Además, están los grandes beneficios de los fabricantes de abonos y maquinaria y las fabulosas ganancias de los intermediarios y almacenistas, a los que nadie impide enriquecerse a costa de hacer aún más difícil nuestra vida.
En una palabra, el campo no es más que un negocio para todos aquellos que no dan ni golpe en él, y un negocio a costa de los que nos deslomamos para poder ir mal viviendo.
Todo esto aún es más penoso por la falta de libertades que acecha toda esperanza y todo intento de conseguir una vida mejor. No podemos reunirnos para hablar claramente de nuestros problemas, ni asociarnos para defender lo que es nuestro. Los Ayuntamientos no nos representan, ni se molestan en servir para defender nuestros intereses. En fin, que no contamos para nada, y lo único que hace este Estado con sus leyes es defender a quienes nos roban y aumentar nuestras cargas.
Creemos que es necesario unir la lucha por la libertad a la lucha por nuestras necesidades más urgentes, enfrentándonos con valentía (como se ha hecho en las guerras del pimiento y de la leche) a los chupones del campo y al Régimen que les defiende y respalda. Esta es la única manera de conseguir una vida mejor.
Dándonos cuenta de todo esto, llamamos a los campesinos y jóvenes de los pueblos a organizarse y luchar por mejorar nuestras condiciones de vida, por conseguir una sociedad más justa, en la que desaparezcan las desigualdades y la explotación de unos hombres por otros.
· La tierra para el que la trabaja
La propiedad de la tierra hoy día sólo la puede justificar el que la trabaja; por eso pedimos que desaparezca la propiedad de la tierra de aquellos que no la trabajan y que se reparta esa tierra a los que la necesitan trabajarla para poder vivir. Que se acaben las aparcerías y los arrendamientos.
· Acabemos con la explotación que sufrimos los campesinos
Lucha contra los negocios sucios de los almacenistas y los intermediarios, por un control de precios de mercado por parte de campesinos y consumidores. Que el pueblo trabajador controle los precios y ganancias de los grandes fabricantes de abonos, maquinaria y artículos necesarios.
Que se abandone la actual política de importaciones, que arruina nuestros precios y empobrece más aún el campo. Que el Estado construya silos y cámaras frigoríficas suficientes para guardar nuestras cosechas. Que nos garantice precios justos a la recogida.
· Libertad, participación en la vida política
Hemos de conseguir poder reunimos y expresamos con libertad sobre nuestros intereses, sin que por esto se nos persiga o encarcele. Exijamos ayuntamientos populares elegidos democráticamente y que se comprometan a defender los intereses del pueblo. Que participen representantes de los campesinos y de sus organizaciones en las decisiones políticas y económicas que les afecten, que se sustituya la actual política centralista, que dirige los problemas del campo desde Madrid en beneficio de banqueros, terratenientes y caciques, por un Gobierno que represente al pueblo y defienda sus derechos.
Fuera la Guardia Civil de los pueblos, que sólo está para amargarnos la vida y perseguir a los que se enfrentan por nuestros intereses y la libertad.
· Reforma fiscal
Que se nos conceda, como se hace ahora a los capitalistas, créditos a largo plazo y bajos intereses. Que se sustituyan las ayudas del Estado a las cosechas de los terratenientes y a los negocios de los capitalistas, por ayudas a los campesinos para aumentar la producción.
Que desaparezcan todos los impuestos que hoy día tiene que pagar el pueblo trabajador y se creen impuestos directos sobre las ganancias de los más ricos.
Que se haga cargo el Estado del ahorro rural (Cajas de Ahorros) y que el dinero que ahorramos los campesinos se vuelva a invertir en el campo. Que el Estado cree seguros gratuitos que cubran todas las posibles pérdidas por calamidades naturales.
· Exigimos un programa de ayuda al campo. Que se mejore nuestro nivel de vida
Hemos de conseguir asistencia cultural y urbanística a todos los pueblos. Seguridad Social gratuita y completa. Formación profesional agraria suficiente. Asistencia técnica y ayuda financiera al cooperativismo y al trabajo colectivo. Mientras no se consiga esto, el campo no saldrá de su atraso y la vida en los pueblos se hará cada vez más pobre y difícil. Para solucionar esto, hemos de exigir que el Estado dedique una parte mayor del presupuesto nacional a mejorar el nivel de vida y la asistencia en el campo.
Julio de 1975.
Comisiones Campesinas de Aragón.

22 de septiembre de 2008

Sobre la Autonomía Obrera en Barcelona

Bono de ayuda al Colectivo Autónomo de Trabajadores, 1987 (Archivo La Alcarria Obrera)

La revuelta de Mayo de 1968 revitalizó el espíritu libertario y extendió la crítica al marxismo clásico entre la juventud revolucionaria. Junto al izquierdismo maoísta, viejas corrientes teóricas que se suponían agotadas o, cuando menos, que se creían superadas reverdecieron en medio del empacho ideológico de la década de los años setenta del siglo pasado: consejistas, luxemburguistas, plataformistas… un debate teórico en muchas ocasiones falto de rigor en el análisis y, casi siempre, poco o nada contrastado con la realidad. Una de las tendencias que irrumpieron en aquel momento fue la de la Autonomía Obrera, nacida en Italia y Francia y que llegó a España al calor de las luchas populares de la Transición. Aunque fue muy minoritaria, y con interpretaciones muy divergentes, siempre se mostró lejos del anarquismo teórico y en contra de la CNT. Aquí ofrecemos un texto publicado en 1979 en el folleto Apuntes sobre la Autonomía Obrera editado por el Colectivo Etcétera.

El objeto de estas notas es situar lo que el concepto de autonomía obrera ha revestido durante estos últimos años en Barcelona, y lo que reviste hoy. Para ello partiremos de una distinción, algo ficticia, a veces tenue, a veces clara, entre acción autónoma del conjunto de la clase obrera, y grupos militantes reclamándose del movimiento autónomo, o artífices de un discurso sobre la autonomía y de una práctica autónoma de partidos y sindicatos. Esta distinción es clara cuando estos grupos no son ya una fracción de la clase obrera, la más radical, sino simplemente núcleos de acciones esporádicas, predominando las tareas de publicación.
Reaccionando frente a la práctica reformista y burocrática de CCOO, y frente al “leninismo” mismo, se afirman, por los años 70, una serie de grupos, con y sin siglas, que intentan impulsar la autoorganización de la clase obrera en torno a planteamientos anticapitalistas. Partiendo de la crítica al partido como grupo separado que desde fuera ha de introducir la conciencia a la clase y cuyo objetivo es la toma del poder político, y de la crítica al sindicato como correa de transmisión, aparato de control y encuadramiento, y pieza clave para la reproducción capitalista, se pretende agrupar a los obreros en torno a plataformas antisindicales y anticapitalistas.
Este denominador común agrupa a una serie de grupos muy distintos; desde núcleos con militancia individual en algunas fábricas, hasta pequeñas organizaciones con centralismo democrático,.., desde autónomos críticos de la misma autonomía, hasta profesionales de la autonomía como una nueva organización.
De todas formas en su conjunto, y simplificando, su discurso rompe verbalmente con el izquierdismo; entiende, por ejemplo, la formación social instaurada en la U RSS, como capitalismo de estado y no como socialista con estado obrero degenerado; entiende el capitalismo no solamente como propiedad privada de los medios de producción sino como modo de producción de mercancías, de valores de cambio, y habla por tanto de la revolución comunista como destrucción del asalariado y del Estado.
Su práctica, queriendo ser autónoma de partidos y sindicatos, seguía la de éstos, criticándola y radicalizándola cuando podía, pero sin poner en cuestión el mismo tipo de intervención; reproduciendo el substitucionismo que criticaba, queriendo dar como ellos respuestas globales a todos los problemas, organizándose en comités de apoyo... Jugando en el mismo terreno, siempre un poco más a la izquierda, no hacía más que fortalecerlos.
Rompiendo verbalmente con el izquierdismo, quedaba prácticamente anclado en él, al no llevar consecuentemente la crítica del capitalismo y del reformismo hasta una posición comunista, es decir crítica real del Capital. Su anticapitalismo se diluía en socialismo autogestionario o consejista, al entender el capitalismo como modo de circulación o de gestión. La autogestión aparecía así como una afirmación comunista y no como una moderna afirmación capitalista. Su antisindicalismo se quedaba en una crítica a nivel de formas organizativas y por tanto en una crítica antiburocrática, dando a la autoorganización un valor en sí, sin discutir su contenido. Las luchas obreras se valoraban sólo por el grado antiburocrático que manifestaban, por su autonomía respecto a partidos y sindicatos, pero no por su contenido. Autoorganización, autogestión, en el fondo solamente se oponían pues a burocracia, y por tanto no representaban un paso fundamental en afirmación comunista.
Con la legalización de los partidos obreros y de los sindicatos, estos grupos se diluyen. Muchos de sus militantes abandonan toda práctica de grupo y abandonan sus anteriores análisis y planteamientos, mostrando un total escepticismo respecto a cualquier tipo de intervención. Otros ideologizan esta posición, “pasando” de todo. Otros intentan comprender y criticar su pasado, buscando otras formas de intervención. Otros entran en CNT, que viene, en parte y con retraso, a ocupar el lugar dejado por los anteriores grupos autónomos, reproduciendo su izquierdismo pero con un inconveniente: que ahora se trata de un sindicato. Otros continúan reagrupándose en torno a los mismos planteamientos “autónomos” anteriores, pero con el empeño ahora de organizar esta autonomía en lugar de criticar su pasado, lo insuficiente de su análisis del Capital, lo convierten en ideología. El nuevo discurso “autónomo” que así aparece, no es ya el balbuceo cuestionador anterior, sino un enmascaramiento de la crítica del capitalismo.
Así, de tanto hablar de reestructuración capitalista, continúan viendo el capitalismo desde el punto de vista de la circulación y no del de la producción. Entonces la autogestión obrera es una lucha anticapitalista y las formas organizativas antiburocráticas pasan a ser contenidos anticapitalistas. Todo queda reducido a una lucha contra la burocracia, contra la representación, y por la democracia directa.
A fuerza de hablar de la violencia del Estado y de la organización contra esta violencia, confunden Capital con Estado. Al fijar la lucha contra el Estado, contra sus fuerzas represivas, como primordial, olvidan que el capitalismo es un dinamismo social que se alimenta de la participación de la misma clase obrera en esta esfera política. Como antes la autoorganización, es ahora la violencia el baremo de la lucha de clases.
A falta de revolución comunista: reformismo de la vida cotidiana. Ante la ausencia real de la revolución, estos grupos idealizan como revolucionaria cualquier lucha de nuevo tipo en el ámbito de la vida cotidiana: ecologismo, feminismo, marginalidad... viendo aparecer continuamente nuevos sujetos revolucionarios que vendrían a realizar la tarea comunista que Marx asignara en el s. XIX a la clase obrera. En lugar de intentar descubrir lo que hay de movimiento real de ruptura en tales luchas y en tales fracciones del proletariado, fetichizan lo que ya es ideología. Con todo esto, se ahorran de ponerse el problema central: la ausencia hasta hoy de la revolución comunista.
Vamos a fijamos ahora en la actividad autónoma de la clase obrera en España durante estos últimos años. Su autonomía respecto a los aparatos de encuadramiento y control sindicales y políticos, aparece continuamente. La asamblea como único órgano decisorio, con sus delegados revocables, aparecen en la mayoría de los procesos de lucha, intentando afirmarse en contra las incipientes burocracias sindicales. Más, las luchas desbordan el marco de la empresa y se dan un poco por todas partes. En los barrios, las reivindicaciones por mejores equipamientos, mejores transportes... son llevadas a cabo directamente por los propios interesados, sin mediaciones, autoorganizándose, quedando marginados los aparatos de control y de representación, que son más débiles al no tener una estructura sindical como en las fábricas y en otros muchos sectores: mujeres, estudiantes, presos..., se afirma la autoorganización de sus luchas por los interesados mismos.
Con la legalización y fortalecimiento de los partidos obreros y de los sindicatos, este movimiento autónomo experimenta un cierto reflujo. En los barrios, la actividad de los partidos de izquierda y de extrema izquierda, hacia el control del voto, ha fortalecido la pasividad de los obreros. Las luchas en las empresas son más encuadradas, más manipuladas, por los sindicatos, aunque continuamente corren el riesgo de ser desbordados y muchas veces lo son.
El conjunto pues de toda esta actividad de la clase se nos aparece como autónoma respecto del sindicato, pero esto no quiere decir que sea autónoma respecto al Capital. Idealizar estas luchas, como hacen los grupos autónomos, quedándose a nivel de las formas organizativas y no pasar al nivel de los contenidos, es un engaño que nos impide ver la fuerza real de la clase. Una lucha llevada a cabo al margen de los sindicatos puede ser tan sindicalista, tan reformista, como la más encuadrada, si no apuntan ya, junto con las nuevas formas de autoorganización, contenidos que miren hacia la destrucción del trabajo asalariado.
Hablamos de autonomía respecto al Capital y de contenidos anti-asalariados. Esto requiere una mayor explicación. Evidentemente, estas luchas autónomas respecto a los aparatos de control, llevadas a cabo por los mismos obreros y para ellos mismos, son luchas dentro del marco capitalista, es decir que no se proponen directamente la abolición del asalariado y el comunismo. Pero sí que pueden aparecer, y aparecen, contenidos que aunque expresados en reivindicaciones limitadas, apuntan ya contra el Capital. No se trata de que unas reivindicaciones sean integrables y otras no -todas son hoy integrables por el Capital-, pero mientras unas lo interiorizan y le dan soporte, otras introducen elementos críticos a la totalidad del sistema de explotación y dominación capitalista.
De igual modo, si hablamos por separado de formas y de contenidos, no es para oponerlos, pues se funden en el movimiento de lucha, sino para ver la fuerza del movimiento. Forma y contenido, autoemancipación y autodestrucción, son para el proletariado las dos caras de una misma moneda: la revolución comunista. Separando estas dos caras, mirando sólo la autoorganización, el Capital con sus partidos y sindicatos obreros, puede llegar a conceder todo a la clase trabajadora: autogestión, Estado obrero..., etc., menos que deje de ser clase trabajadora. Pero el comunismo no es la gestión del Capital por representantes de la clase obrera o por la propia clase obrera (capitalismo de Estado o consejismo) sino la destrucción del Capital y por tanto la destrucción del proletariado como tal, y el comienzo de una actividad diferente: la realización de la comunidad.
Intentemos ahora poner más explícitamente algunos de los problemas, de las cuestiones, que nos han surgido a lo largo de estas notas críticas, fundamentalmente la cuestión de la ausencia de la revolución y la de la fuerza real de la clase, aunque no sepamos avanzar ninguna solución. Pero esto no invalida la perspectiva crítica que hemos adoptado, aunque no tengamos alternativas. No tener otra cosa a proponer, no saber qué camino coger, no es razón para hacer “algo”, para recorrer caminos conocidos que sí sabemos ya a donde van.
El proletariado en el proceso hacia su autoemancipación se ha autoafirmado, no se ha negado, no se ha autodestruido, no ha llevado -salvo en contados momentos- una actividad autónoma respecto al Capital. Ha sido beligerante en las dos últimas guerras mundiales; lo hemos visto encuadrado en organizaciones estalinistas; lo hemos visto mantener la Economía, trabajando para consumir cosas de nulo interés... Lo hemos visto luchar por intereses que no eran los suyos: la democracia, en un terreno que no era el suyo: la guerra interclasista. Lo hemos visto también luchando contra el Capital, rechazando el trabajo, pero en asaltos… que se paran. Y otros que no empiezan. ¿Por qué no empiezan? ¿Por qué se paran? Hemos visto como, "en el punto más alto de la lucha", los vencedores se rendían a los vencidos: julio 1936.
En ausencia de la revolución comunista, el Capital se ha reproducido hasta la barbarie actual, generalizando al proletariado. En esta situación ¿qué quiere decir llevar a cabo una actividad autónoma del Capital?, ¿qué quiere decir llevar a cabo una intervención comunista?, ¿qué quiere decir ser revolucionario?... ¿qué sentido tiene todo ésto?
Hoy la clase en su conjunto sabe que en y con sus luchas no va al asalto del todo. No se engaña. No es que no tenga conciencia, que no sea consciente de su explotación por el patrón y por el Estado, y por la Economía. No hay pues lugar para los grupos que le quieren aportar conciencia. Le sobra conciencia y le sobran dirigentes. Le falta fuerza. Prefiere aún, por el momento, la seguridad de su vida poco atrayente, poco apasionante, al riesgo, a la osadía de la libertad y de la comunidad. Con todo, algunas fracciones resisten, atacan, pero rápidamente son aisladas del resto de la clase, son reducidas a ghetto. El Capital divide continuamente al proletariado: hombres-mujeres, jóvenes-viejos, empleados-parados... Algunos se agrupan y recubren la ausencia de la revolución con la desesperación: terrorismo arcaico y moderno. Pero en su aislamiento, el Capital siempre es más fuerte.
Es a partir de todo esto que querríamos situar el problema de la intervención. ¿Qué espacio (en el sentido de intervención fuera de la política institucionalizada pero dentro de lo macrosocial) nos queda a los que sin poder entrar ya en el espectáculo de la representación política (sin ser demócratas de toda la vida) apostamos por el comunismo -por la posibilidad de la comunidad- siéndonos más impensable la continua reproducción de lo mismo que la ruptura radical? ¿Qué espacio puede configurar esta pasión por el comunismo, esta paciencia que no descansa atenta al nuevo asalto proletario, a las rupturas que determinadas fuerzas sociales introducen...? ¿Qué espacio puede configurar éste resistir al engaño de las nuevas ideologías del Capital -que con tal de mantener el proletariado puede hablar de autogestión, de vida cotidiana, de autogestión de la vida cotidiana, de ecologismo, de feminismo...- rompiendo mil lanzas contra ellas para desmenuzarlas y hacerlas aparecer como lo que realmente son: trampas para la participación, para el mantenimiento del asalariado?
Encontrar este espacio de intervención continúa siendo nuestro empeño.

20 de septiembre de 2008

Declaración de principios del POUM


La dictadura franquista condenó a la clandestinidad a todas las organizaciones democráticas, nacionalistas y populares y buscó el exterminio de sus militantes más destacados, así que los grupos más débiles numéricamente apenas fueron capaces de resistir durante casi cuarenta años de sangrienta persecución. Ese fue el caso del POUM, que ya había sido puesto fuera de la ley a ambos lados del frente bélico antes de que acabase la Guerra Civil; sus militantes no pudieron mantener en pie las estructuras del partido. Con la muerte del general Franco, comenzó un proceso de reconstrucción del partido, que celebró el 18 de julio de 1976 un Pleno de Cataluña que daba prueba de su renacimiento. Sin embargo, muy pronto la mayoría de sus afiliados participaron en el proceso de confluencia en el Partit dels Socialistes de Catalunya. Aquí reproducimos la Declaración de Principios aprobada en ese Pleno del prometedor verano de 1976.

El Partido Obrero de Unificación Marxista tiene tras de sí más de cuarenta años de historia. Nace en los últimos meses de 1935 de la fusión del Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda Comunista. Pero sus orígenes se remontan al año 1920, en que se constituyó el Partido Comunista Español. Casi simultáneamente al nacimiento de la sección española de la III Internacional, un grupo de militantes de la Confederación Nacional del Trabajo se sitúa resueltamente al lado de la Revolución rusa y hace suyos los principios y las tácticas comunistas. Desde 1920 estos militantes cenetistas se reúnen en torno al semanario Acción Sindicalista en Valencia; a partir de 1921, alrededor del semanario Lucha Social, en Lérida, y en 1922 hacen del semanario La Batalla, de Barcelona, su portavoz, a la vez que organizan los Comités Sindicalistas Revolucionarios. En 1924 este grupo de militantes de la organización confederal se incorpora al Partido Comunista de España, en cuya Federación Catalano-Balear ejerce influencia decisiva. En los últimas meses de 1930 se funde con ella el Partido Comunista Catalá, nacido en 1928. Al fusionarse, ambas organizaciones crean, para dar al nuevo partido mayor capacidad de atracción, el Bloque Obrero y Campesino, y bajo esta denominación fue conocido el nuevo Partido, si bien el núcleo en torno al cual giraba conservó el nombre de Federación Comunista Catalana-Balear y, desde 1932, cuando sus fuerzas comenzaron a salir del marco inicial de Cataluña, el de Federación Comunista Ibérica. La Izquierda Comunista era la primitiva Oposición Comunista constituida en torno a la figura de León Trotsky, con quien había roto cuando éste aconsejó a sus huestes ingresar en las filas de la Socialdemocracia. Así, pues, el POUM es heredero legítimo del movimiento comunista de los tiempos heroicos, del de los primeros años de la Revolución rusa, y en él han confluido con hombres de la vieja guardia comunista otros que le han aportado las tradiciones de la lucha del anarcosindicalismo español, militantes que participaron en las grandes batallas de los años 1917, 1918, 1919 y 1920. El POUM, y las organizaciones de las que procede, han podido, como toda colectividad humana, incurrir en errores, pero los hombres del POUM de hoy nos sentimos orgullosos de nuestro pasado y reconocidos a los hombres que nos precedieron y que consagraron sus vidas, o lo mejor de ellas, a la causa del proletariado, y proclamamos nuestra fidelidad a los principios que en tiempos pasados orientaron nuestra acción, que consideramos en todo lo fundamental absolutamente válidos en la hora presente.
La Federación Comunista Catalana-Balear discrepó durante los años de la Dictadura militar, y cada día de manera más acentuada, de la dirección del Partido Comunista de España, en manos entonces del grupo Bullejos-Trilla. Sobre todo, la Federación Comunista Catalana-Balear se opuso a la política escisionista que el Partido Comunista intentó realizar en el seno de la CNT y que enmascaró tras un denominado Comité de Reconstrucción de la organización confederal. A medida que Stalin iba imponiendo sus métodos en el Partido Comunista de la Unión Soviética y en la Internacional comunista, y, a través de ésta, en sus diversas secciones, la Federación Comunista Catalano-Balear se fue distanciando de la organización comunista internacional, a la que, con el tiempo, llegó a enfrentarse abiertamente. Y el POUM fue el único partido de origen comunista que, habiendo roto con la III Internacional, logró, no sólo mantenerse, sino consolidarse e incrementar considerablemente sus efectivos y su influencia. Pero esto era algo que, en tiempos en que el Partido Comunista se proclamaba en todas partes el partido de la clase obrera, en que la sección oficial de la Internacional Comunista pretendía tener en cada país el monopolio de la acción revolucionaria, en que el movimiento comunista era rígidamente monolítico la Internacional inspirada por Stalin y dirigida en cada momento por unos u otros de sus hombres no podía tolerar ni perdonar. Las circunstancias creadas en España por la guerra civil dieron ocasión a Stalin para hacer pagar al POUM, a muy elevado precio, su resistencia a someterse a sus dictados.
Desde el 19 de julio de 1936, en los lugares de España en que tenía efectivos de alguna consideración, particularmente en toda Cataluña, en Valencia, en Castellón y en Madrid, los militantes del POUM empuñaron las armas para hacer frente al levantamiento militar y seguidamente organizaron milicias que lucharon con denuedo, y con frecuencia heroicamente, en los campos de batalla. Muchos de nuestros militantes murieron combatiendo contra el fascismo. Pero si los trabajadores se enfrentaron con el fusil en la mano a los sublevados no era para volver pura y simplemente al punto de partida, a la situación que había hecho posible la guerra civil. De ahí que la lucha adquiriese en la parte del país en donde la rebelión había sido aplastada en los primeros momentos carácter revolucionario, que la guerra y la revolución apareciesen ante los ojos de la clase obrera íntimamente ligadas. La pequeña burguesía, cuya expresión política eran los partidos republicanos, se vio arrollada en los primeros momentos por la marea revolucionaria, pero poco a poco, a medida que lo guerra se prolongaba y se iban acumulando las dificultades inherentes a todo enfrentamiento armado, fueron recuperando las posiciones que habían perdido. Paro ello pudieron contar con el apoyo resuelto del Partido Comunista y de buena parte del Partido Socialista. La escasa ayuda que la España republicana recibió de los gobiernos democráticos, espantados ante lo perspectiva de uno revolución socialista en el sur de Europa y temerosos de irritar a los Estados fascistas, en contraste con la ayuda considerable, aunque no desinteresada, que en los primeros tiempos de la guerra civil aportó lo Unión Soviética, dieron al partido comunista enormes posibilidades de aumentar sus efectivos y su influencia en España, a la vez que la Unión Soviética, haciendo valer su ayudo en material de guerra, pudo orientar a su conveniencia la política de la España republicana e introducir en el gobierno, en el ejército, en la policía, incluso en la economía, en algunos partidos y en buena parte de las organizaciones sindicales sus agentes y sus métodos. No entraba en los planes de Stalin que España se convirtiese en un país socialista, pues ello habría creado dificultades a lo política exterior de la Unión Soviética, que jugaba entonces la carta de la alianza militar con los Estados democráticos sin perder la esperanza de un posible entendimiento con la Alemania nazi y la Italia fascista. De ahí su empeño en despojar a lo guerra civil española de su carácter de contraofensiva revolucionaria, de separar la guerra y la revolución. Si bien es cierto que cabía ganar la guerra y perder las conquistas revolucionarias de las primeras jornadas de la lucha y que sin lograr la victoria militar la revolución sucumbiría inexorablemente, no lo es menos que los que quisieron sacrificar las conquistas revolucionarias para ganar la guerra perdieron todo, aquellas y estas.
El POUM consideró que la guerra y la revolución eran inseparables y se opuso a la política del Partido Comunista y de la pequeña burguesía. Ello dio pie a los agentes de la Unión Soviética en España y al Partido Comunista para desencadenar contra nuestro partido una campaña desenfrenada de injurias y de calumnias sin precedentes en nuestro país, primer paso para la represión iniciada a partir de Mayo de 1937, en la que varios de nuestros mejores militantes fueron asesinados, y entre ellos Andrés Nin, secretario político del POUM. El propio tribunal que juzgó a los directivos de nuestro organización, si los condenó como reos de alta traición por su actitud ante los acontecimientos de Mayo de 1937 en Barcelona, reconoció solemnemente su intachable pasado revolucionario y rechazó las calumniosas acusaciones de que habían sido víctimas. La Historia nos ha juzgado a todos, a calumniadores y a calumniados, a perseguidores y a perseguidos. Y es seguro que los que entonces nos difamaron y persiguieron no se sienten hoy orgullosos de su conducta pasada.
Terminada la guerra civil, el POUM empalmó una represión, la desencadenada por los comunistas, con la otra, la que se abatió sobre toda la España republicana. Ya en 1939, los militantes de nuestro Partido que rehusaron o no pudieron salir de España, comenzaron a reagruparse y a actuar en la clandestinidad afrontando los más graves riesgos. En septiembre de 1939, sólo en Barcelona habían sido ejecutados ya 26 militantes del POUM. Fue nuestro Partido quien denunció en el primer periódico clandestino aparecido en Cataluña la ejecución del Presidente Luis Companys. En los años 1945 a 1947 el POUM agrupaba, sobre todo en Cataluña, un crecido número de entusiastas militantes. Como todos los demás partidos, el nuestro sufrió a partir de este último año el desgaste consecutivo a una larga represión y la desmoralización causada por la supervivencia del régimen franquista tras la victoria de los ejércitos aliados sobre los del Eje Berlín-Roma-Tokio. A ello vinieron a sumarse las dificultades, que todas las organizaciones políticas y sindicales clandestinas experimentaron en mayor o menor grado, nacidas de la existencia de dos direcciones, una en el exilio y otra en el interior, o de una sola situada fuera de nuestras fronteras. La actividad del POUM en el interior del país ha sido por ello, durante varios años, bastante reducida.
La muerte del dictador, eje del sistema político instaurado en España al término de la guerra civil, ha creado en España, en su conjunto, una situación nueva. Al enfrentarse a ella, el POUM reafirma su condición de partido socialista y proclama su internacionalismo, pues considera consustanciales socialismo e internacionalismo, y declara que solo la clase obrera, previa la conquista del poder político, puede emprender la instauración de una sociedad socialista en la que los medios de producción, de transporte y de distribución, hoy de propiedad privada en general, pasen a pertenecer a la sociedad entera y en la que, invirtiendo la situación actual, la economía esté al servicio del hombre; se pronuncia por una organización política democrática en la que el hombre goce de plenas libertades; condena el sistema de partido único, en el que acaba prevaleciendo siempre una burocracia paralizante del progreso del país y que es con frecuencia la expresión de los intereses de las capas de la sociedad a las que la revolución ha despojado en sus primeros momentos de sus privilegios; condena la concepción reformista des socialismo, que, de prosperar, no consigue otra cosa que revocar la fachada de la actual sociedad y prolongar la subsistencia de su estructura y que olvida o quiere hacer olvidar que las clases dominantes sólo acceden a hacer concesiones bajo la presión del proletariado y de otras fuerzas populares o como medida preventiva contra posibles acciones revolucionarias; las concesiones hechas a la clase obrera en buen número de países recién terminada la primera guerra mundial respondían mucho más al afán de contrarrestar la irradiación de la Revolución rusa que a la acción de la socialdemocracia y del sindicalismo reformista; afirma, en fin, que la instauración del socialismo no es una posibilidad lejana, sino una necesidad acuciante para los hombres de nuestro tiempo frente a un capitalismo cada día más deshumanizado, más codicioso de riqueza, que ha creado una economía caracterizada por el despilfarro sistemático de materias primas, que no son inagotables, y que por una industrialización desenfrenada está poniendo en grave peligro la propia existencia del hombre sobre la Tierra.
El POUM declara que no excluye en su acción, por principio, ninguna táctica. Acepta entrar en el juego de la democracia burguesa, sin hacerse ninguna ilusión sobre las reales posibilidades que este sistema político ofrece a la clase obrera en una sociedad de economía capitalista. Admite que la clase trabajadora, coaligada si es preciso con otras fuerzas sociales oprimidas o explotadas, puede acceder democráticamente al poder. Pero es consciente de que, como lo demuestran, entre tantas otras, la experiencia de la segunda República en España y la más reciente de Chile, el proletariado ha de enfrentarse a la oposición de las clases resueltas a defender por todos los medios, incluso el terrorismo, el golpe de Estado y la guerra civil, sus privilegios amenazados, y de que, si no quiere correr el riesgo de sucumbir en un baño de sangre, habrá de adoptar las medidas defensivas adecuadas para reducir a la impotencia a sus enemigos. En las circunstancias actuales de España, el POUM está dispuesto, sin renunciar en un ápice a su programa, sin permitir que nadie desfigure su fisonomía, sin merma alguna de su independencia, a hacer frente común con fuerzas políticas no obreras para fines concretos y limitados, como pueden ser la lucha por los derechos democráticos, por la amnistía, por el reconocimiento de la personalidad de las nacionalidades actualmente encuadradas en el Estado español y por su derecho a autogobernarse. Pero si podemos concertar pactos con fuerzas políticas no obreras para objetivos concretos y limitados, podemos y anhelamos establecerlos con otras organizaciones obreros para fines tan amplios como sea posible. No excluimos en principio coincidir, pese a los agravios de ellos recibidos y a la persecución a que nos sometieron, con el Partido Comunista y con el Partit Socialista Unificat de Catalunya en organizaciones de frente único, cualquiera que fuere su nombre. Asimismo, reclamamos para el Partido Comunista de España y para el Partit Socialista Unificat de Catalunya los derechos que se reconozcan a cualquier otro partido y que ambos nos negaron en los tiempos de la guerra civil.
Es el POUM, por ser socialista, un partido internacionalista. Aspira a suprimir las fronteras que separan a uno países de otros. No obstante, hay pueblos que poseen una personalidad nacional propia y que aspiran a autogobernarse. El POUM rechaza cualquier política que tienda a imponer por la fuerza a esos pueblos una limitación cualquiera de su libertad para elegir su propio destino. En el seno de cada una de las nacionalidades encuadradas en el marco del Estado español, la organización del POUM participará en la lucha por el reconocimiento de su personalidad y por el derecho a autogobernarse, de acuerdo con el deseo inequívocamente expresado de la mayoría del pueblo. El POUM no se prestará, sin embargo, a crear problemas nacionales artificiales, y rechaza cualquier tentativa de balcanizar el territorio de la Península Ibérica, en el que coexisten ya dos estados. Consideramos que toda fragmentación de las fuerzas en lucha contra un poder único debilita a aquéllas y fortalece a éste. Por ello el POUM se pronuncia en favor de una solución federal, que si bien implica el pleno derecho de cada una de las partes a aceptar o rechazar las condiciones de la otra, mantiene la colaboración y la solidaridad del conjunto en el seno del Parlamento y de otras instituciones federales, que permiten a las fuerzas obreras y socialistas de las nacionalidades y regiones el planteamiento y la defensa común, a nivel del Estado federal, de los problemas fundamentales y de las perspectivas de futuro, que interesan por igual a todos los ciudadanos del conjunto federal. En lo que concierne concretamente a Cataluña, y considerando que una gran parte de su población obrera no es catalana, el POUM rechaza, por equívoca, la fórmula “todos los que viven y trabajan en Cataluña son catalanes”, que implica la idea de que esta población originaria de otras regiones del país deba renunciar a sus características, y preconiza la igualdad de derechos para cuantos viven y trabajan en Cataluña, sean o no catalanes por su nacimiento u origen, y el respeto absoluto para su lengua y su cultura.
El POUM concede la mayor importancia a la acción de sus militantes en el movimiento sindical. Todos los afiliados al POUM que, por su profesión, puedan encuadrarse en un sindicato obrero, están obligados de hacerlo. En las circunstancias actuales, el POUM no se pronuncia a favor de ninguna de las organizaciones sindicales existentes; cada uno de sus miembros puede optar libremente por una de ellas. El Partido exige, eso sí, que sus miembros coordinen su acción en la seno de la organización sindical en la que militen y orientará la de todos ellos hacia la unidad sindical en una organización regida democráticamente y que permanezca fiel a los principios de la lucha de clases.